Correr por la cresta rasgada de una montaña con el vacío a amboslados. La mirada no ve más allá de un risco helado y vertiginoso, sigo corriendo y el aliento es lo único que envuelve mis oídos. Esto es CARENA, un duelo conmigo misma. Me desafío a jugar, a traicionarme, me desafío a enloquecer e incluso a dejarme vencer por la estocada de la misma lanza que me ha hecho bailar.

Una propuesta donde la nitidez de la emoción como intérprete interrumpe profundamente en escena como la verdadera protagonista, se abraza a la técnica más refinada del funambulismo y la convierte en duelo precioso con el elemento técnico de la propiadisciplina: el balancier.

CARENA son las trompas tibetanas que lanzan un sonido milenario sobre el valle, aúllan como un lobo lo hace a la luna y al mismo tiempo enternecen la noche o la hacen más tenebrosa. Yo aúllo, yo grito y yo canto desde la carena para que el eco del sonido regrese a mí y me golpee de nuevo. Carena es el último viaje hacia la cumbre, allí en lo más alto, dónde los peregrinos dejan perpetuas sus cruces, los sherpas sus banderines de colores en honor a los dioses, donde el oxígeno deja de existir.

Y allí arriba, como las aspas de un molino o la luz de un faro, resonará mi voz para dejar mi rastro.